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El desgarro de Rodríguez

El desgarro de Rodríguez Una de cal y otra de arena...

PUEDE que lo que tenga sea un esguince, no digo que no, pero lo que los médicos deberían diagnosticarle al veraneante Rodríguez es un desgarro en toda regla. Un esguince es un esguince y un desgarro es un desgarro. Pueden cursar juntos, pero el concepto segundo es un tanto más amplio que el primero porque afecta a más territorios que el meramente articular. Paso a explicarme. Llega nuestro hombre a su merecido palacio de verano, una casa del Patrimonio Nacional a la altura de su cargo, y poco después de haberse llevado la magnífica impresión que deja un paisaje con los indigentes e inmigrantes urgentemente desalojados de los caminos al efecto de no lesionar su sensibilidad de civilizaciones aliadas, va y se tuerce el pie. Ya es mala suerte. Con las ganas que tenía que hacer deporte. No tanto de subir y bajar de los barcos con la facilidad que demuestra el atlético Aznar, recientemente fotografiado en la cubierta del yate del macarra este de la Fórmula Uno del que me siento incapaz de escribir bien su nombre; lo de Rodríguez es más el deporte base, la natación abierta, la canasta juguetona, la petanca felipista.

Mantengo, sin embargo, que los síntomas de la torcedura no hacen sino camuflar el desgarro que, en puridad, padece el hombre sobre cuyas rodillas descansa el peso de la Nación. El desgarro puede padecerse en el menisco -cartílago en sí-, en la retina o en otras zonas que se vean sometidas a tracciones indebidas y un tanto violentas. Sí, también ahí. Ser de izquierdas, estar por las alianzas, dialogar permanentemente con el talante y su circunstancia, hacer política bonita y que se te muera un detenido en dependencias policiales como si fueras un simple gobierno de derechas crea desgarro. Que el director de la Guardia Civil que nombró ese adversario tuyo que metiste en el gobierno para tenerlo a ojo, meta la pata y la retuerza, crea desgarro. Ser ecologista, antinuclear, conservacionista y que se te quemen tantos bosques o más que a esos anteriores gobiernos que lo que quisieran es urbanizar la Amazonia, crea desgarro. Que te quieran fiscalizar la actuación por estos dos motivos anteriores no digamos lo que crea. Que a la pantomima de comisión de investigación por lo del incendio de Guadalajara acudan unos cuantos amiguetes del Gobierno con menos papeles que una liebre y que te critiquen por ello, crea desgarro. Ser tolerante, dialogante, bienintencionado y pacificador y que la banda supuestamente política que representa a los terroristas con los que quieres llegar a un acuerdo te monte unos numeritos veraniegos de terrorismo callejero y te convoque una manifestación en San Sebastián, crea desgarro en todo tipo de cartílagos. Pero que tu socio, el tipejo este al que desprecias un poco -pero con el que te tienes que entender porque tú eres el adalid del trato y de la negociación pero él es el que tiene el llavero en el bulto del bolsillo-, te diga día sí, día no, que en cualquier momento te deja tirado en la alfombra, también desgarra. Que los cachondos de los parados españoles crezcan en número en un mes en el que lo normal es que bajen, hace que te crujan las fibras conectivas de múltiples zonas corporales. Y encima que tu correligionario Blair se dedique a echar clérigos musulmanes de su país con la intención de protegerlo mientras tú no haces sino coger tu guitarra y ponerte a cantar melodías de amor fraterno entre civilizaciones, aboca a cualquiera al doloroso desgarro de la comparación.

Mucha leña para un solo verano. Eso no hay círculo de voluntades y propósitos que lo aguante. Oigo sus ayes desde aquí y creo distinguir en esas voces el dolor físico por la rotura fibrilar y el anímico de quien siente que abusan de su bondad creyéndole un chico fácil.

Carlos Herrera

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