Blogia
cuatrodecididos

La píldora

La píldora


Un artículo de Pilar Rahola...

La píldora era controlada, gratuita y pública, y ahora será descontrolada, costosa y privada; ¿es un progreso?

Mi primera reacción, ante la noticia de la gratuidad de la píldora del día después, fue la de manual. ¡Bien!, me dije. Ahora los jóvenes estarán más protegidos ante el embarazo no deseado; es una medida avanzada, necesaria, bla, bla, bla. Es decir, reacción pavloviana, generada, no en la materia gris del cerebro, sino en algún recoveco de la zona reptiliana, allí donde habitan las obviedades y las consignas. Sin embargo, dos minutos después, superada la salivación automática, conseguí la conexión entre algunas neuronas indolentes y cometí el peor pecado de estos tiempos: me hice algunas preguntas. Veamos.

¿Realmente se trata de una decisión que evitará embarazos no deseados?; ¿es más avanzada socialmente que la situación que teníamos hasta ahora?; ¿se beneficiarán los jóvenes? Y más allá del hecho coyuntural, ¿esta medida ayudará a entrar en la sexualidad adolescente con mayor seguridad y madurez? Y a partir de aquí, desechadas las respuestas precocinadas, propias de los que dividen el mundo entre "progres y carcas", sin saber que el mundo es más transversal, y mucho más equívoco, a partir de aquí, decía, mis propias respuestas resultaron francamente incómodas. No. La decisión del Gobierno de permitir la compra sin receta de esta píldora ni me parece una medida útil, ni me parece progresista - es decir, no me parece un progreso para la sociedad-ni me parece nada buena para las jóvenes a las que va dedicada.

Primero, por la intención. Estoy convencida, y perdonen mi tendencia a mal pensar -es mi vacuna contra la propaganda-, de que esta medida es de la misma factura de otras que abundan últimamente. Es decir, tenemos una grave crisis económica, nadie del Gobierno sabe qué hacer, aparte de ir vaciando las arcas públicas, las encuestas envían el talante a la zona oscura de la fuerza, y ante la desesperación, algún brujo de Ferraz cree que ir sacando conejos provocadores de la chistera es una forma de desviar la atención, por la vía de cabrear a la derecha más irredente. A Zapatero siempre le han funcionado las tres patas del catecismo: meterse con la Iglesia, contentar a los colectivos gais y dar alegrías al lobby feminista.

Ello no significa que muchas de sus decisiones no sean acordes con el deseo de una sociedad más justa, pero es evidente que otras presentan el tufillo del oportunismo político. Debe de pensar ZP que, en tiempos de ahogo económico, buenas son las tortas ideológicas. A pesar de ello, si la medida fuera socialmente buena, tendría poco que decir. Pero no sólo me parece un burdo tactismo. También me parece una medida harto arriesgada. Estamos hablando de ofrecer una importante carga hormonal, nada inocua, sin receta ni control ninguno, a un colectivo especialmente joven. Hasta ahora teníamos una píldora controlada, gratuita y pública. Ahora tendremos una píldora descontrolada, costosa y privada. ¿Dónde está el progresismo? ¿En abandonar a las jóvenes a su suerte, sin ningún consejo ni control médico? ¿En enviar un mensaje que banaliza un medicamento hormonal, con el equívoco de que se trata de un método anticonceptivo? ¿O se trata de vender la idea de que la sexualidad es buena a cualquier edad y de cualquier manera, yel único problema es el embarazo? ¿Dónde dejamos, entonces, las enfermedades de sexual? Personalmente, la me parece otra, alejada del empacho de pijoprogresismo que nos afecta.

Primero, es necesario hacer una prevención pública contra el sexoinseguro, mucho más seria que la que se hace en la actualidad. Segundo, cualquier medicamento hormonal debe tener un mínimo control médico, especialmente si va dirigido a jóvenes. Y tercero, no es bueno banalizar las relaciones sexuales, y menos banalizar los riesgos. ¿Qué hay de malo en controlar los medicamentos? ¿No lo hacemos con aquellos que van dirigidos a los adultos? ¿Entonces? Por supuesto, hay que luchar contra los embarazos adolescentes. Pero nunca por la vía de descontrolar la medicación hormonal, convertirla en una especie de aspirina y dar una imagen banal de un gran problema. ¿Medida, pues, progresista? Sólo si el progresismo se basa en hacer progresar la irresponsabilidad.

Pilar Rahola en La Vanguardia.

0 comentarios