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Hasta dejarlo todo

Hasta dejarlo todo

Hace poco, leyendo sobre San Pablo, encontré: “... el resultado es que Saulo de Tarso, que se dedicaba a ‘perseguir sobremanera’ las comunidades cristianas –según sus propias palabras-, tuvo un testimonio que lo marcó.

Literalmente se pasó al enemigo para ser el principal difusor del cristianismo arriesgando su vida, sufriendo encarcelamientos y, finalmente, morir decapitado en Roma”.

Una conversión así nos llama la atención cuanto menos, si no nos asombra de manera importante. Pero aún sin pasar ‘de un bando a otro’, hoy en día encontramos conversiones que continúan asombrándonos.

Yo tuve la suerte de tener dos amigos que vivieron una preciosa historia de conversión –o más bien ‘re-conversión’- que les llevó a dar la vida por los demás y a dejar unas huellas imborrables.

Julián y Santino habían crecido en dos familias acomodadas de Burgos; viviendo historias de esas de ‘los ricos también lloran’ y descubriendo las alegrías, placeres, dolores y sorpresas que la vida te va mostrando. Tenían en común una educación en los Jesuitas y una fe cristiana que les acompañó siempre. Pero aún con todo, cumplidos ya los 40, decidieron, cada uno por su lado, intercambiándose consejos, hacerse esa pregunta clave que asusta y que en numerosas ocasiones no tiene respuesta: “¿Qué hago con mi vida?”. Y se fueron a buscar la respuesta por el camino de Santiago.

Y no sólo encontraron la respuesta de aquella maldita pregunta sino que se hicieron unas cuantas más. Las contestaron, y sus vidas no volvieron a ser las mismas. Esa fe se fortaleció hasta el punto de dejarlo todo –comodidades, familias, amigos y lujos- para dar y recibir amor de los pequeños de la Tierra –que en su caso se encontraban en India y Etiopía-.

La Madre Teresa les habló y escuchó, y encauzó todo ese potencial de entrega con el que llegaban dos personas ‘re-convertidas’ por una llamada como la que sintió Pablo; les enseñó a acompañar al débil, a intentar hacer digna la poca dignidad con la que llegan los pobres a las casas de las Misioneras de la Caridad. Julián y Santino no venían del bando enemigo, pero sí dieron el salto de una vida a otra, y aunque no perseguidos sí fueron incomprendidos. El hecho de que el Camino que les transformó para siempre también los llevara al Padre –en un accidente que aún hoy nos estremece- creo que es señal de que todo pasa por alguna razón y de que ése era el día en que los demás íbamos a empezar a descubrir todo lo que ellos habían hecho y nunca habían dicho; porque si su fe era grande, su humildad infinita.

Beatriz González Mena en pastoralsj.

El Camino de Santiago XI. Con Dios por compañero

El Camino de Santiago XI. Con Dios por compañero

Quien emprende un viaje interior,
quien abre bien los ojos para apreciar las cosas
y descubrir el valor de las personas,
sabe que no camina solo.

Un día llegarás a sentir
que quien te llamó a hacer el Camino,
quien te dio fuerzas para el siguiente paso,
quien te acompañó por los senderos,
fue el mismo que llamó un día a Santiago
para que fuera pescador de hombres.

José María Alvear, sm

El Camino de Santiago X. Dar las gracias

El Camino de Santiago X. Dar las gracias

El auténtico peregrino reconoce que, si sale adelante,
es gracias a muchos factores que no están en su mano:
el Camino nos descubre los dones de la vida.
No se impone a ella; por eso,
donde llega da las gracias, no exige;
se conforma con poco,
pues la satisfacción está en el corazón de cada uno,
no en las cosas que nos vengan de fuera.

José María Alvear, sm

El Camino de Santiago IX. La gratuidad

El Camino de Santiago IX. La gratuidad

El Camino nos invita
a disfrutar de un montón de cosas que no se compran,
que no sólo son gratis, sino también gratuitas:
el amanecer en el páramo, la lluvia de Galicia,
la charla en el albergue,
la comida o el vaso de vino con el paisano,
las nubes en la montaña, el ábside románico...
El Camino nunca es el mismo,
porque las oportunidades para disfrutar
cada vez son otras.

José María Alvear, sm

El Camino de Santiago VIII. Abierto a los otros

El Camino de Santiago VIII. Abierto a los otros

Desde nuestra radical necesidad
nos abrimos a la comunicación con el otro:
nadie autosuficiente será capaz
de hacer la experiencia del Camino.
Aprendemos a escuchar,
a ofrecer nuestro apoyo, nuestros remedios,
a compartir nuestros bienes...
No es algo superfluo,
pues está en la raíz del buen ambiente
que hay en el Camino,
en sus albergues, en sus veredas y plazas:
nadie tiene pudor o miedo de contar sus penas o dolores.

José María Alvear, sm

Manual de conservar caminos


1. El principio del camino hay una encrucijada. Allí puedes pararte a pensar en la dirección que vas a tomar. Pero no te quedes demasiado tiempo, o nunca saldrás de ese lugar. Hazte la clásica pregunta de Castaneda: ¿cuál de estos caminos tiene un corazón? Reflexiona lo necesario sobre las opciones que tienes delante, pero una vez que des el primer paso, olvídate definitivamente de la encrucijada, pues en caso contrario nunca dejarás de torturarte con la inútil pregunta: «¿El camino que elegí era el correcto?». Si prestaste oídos a tu corazón antes de ponerte en movimiento, escogiste, sin duda, el buen camino.

2. El camino no dura para siempre. Es una bendición recorrerlo durante algún tiempo, pero un día terminará, y por eso debes estar siempre listo para despedirte en cualquier punto. Por mucho que te deslumbren determinados paisajes o te asusten ciertos trechos donde hay que esforzarse especialmente para seguir en pie, no te aferres a nada. Ni a los momentos de euforia ni a los interminables días en los que todo parece difícil y el progreso es lento. Más tarde o más temprano aparecerá un ángel y tu jornada habrá llegado a su término. No lo olvides.

3. Honra tu camino. Fue tu elección, fue decisión tuya, y en la misma medida en que tú respetas el suelo que pisas, este mismo suelo respetará tus pies. Haz siempre lo más adecuado para conservar y mantener tu camino y él hará lo mismo por ti.

4. Equípate bien. Lleva un rastrillo, una pala, una navaja. Entiende que para las hojas secas las navajas son inútiles, y que para las hierbas muy enraizadas los rastrillos son inútiles. Conoce siempre qué herramienta hay que emplear en cada momento. Y cuida de ellas, porque son tus mayores aliadas. 5. El camino va hacia delante y hacia atrás. A veces es necesario volver porque se perdió algo, o porque un mensaje que debía haber sido entregado se quedó olvidado en un bolsillo. Un camino bien cuidado permite que puedas volver atrás sin grandes problemas.

6. Cuida del camino antes de cuidar de lo que está a su alrededor. Atención y concentración son fundamentales. No dejes que las hojas secas que soman en el borde del camino te distraigan ni que la manera como los otros cuidan sus propios caminos desvíe tu atención. Usa la energía para cuidar y conservar el suelo que recibe tus pasos.

7. Ten paciencia. A veces es necesario repetir las mismas tareas, como arrancar las malas hierbas o cubrir los agujeros que surgieron tras una lluvia inesperada. Que esto no te enfurezca, pues forma parte del viaje. A pesar del cansancio y a pesar de las tareas repetitivas, ten paciencia.

8. Los caminos se cruzan. Las personas pueden explicar el tiempo que hace. Escucha los consejos, pero toma después tus propias decisiones. Tú eres el único responsable del camino que te fue confiado.

9. La naturaleza sigue sus propias reglas. Por lo tanto, tienes que estar preparado para los súbitos cambios del otoño, para el hielo resbaladizo del invierno, para las tentaciones de las flores en primavera, y para la sed y las lluvias del verano. En cada estación, aprovecha lo mejor que te ofrezca y no te quejes de sus particularidades.

10. Haz de tu camino un espejo de ti mismo. No te dejes influir por la manera como los demás cuidan de sus caminos. Tú tienes un alma que escuchar y los pájaros transmitirán lo que tu alma quiere decir. Que tus historias sean bellas y agraden a todo lo que tienes en torno. Sobre todo, que las historias que cuente tu alma durante la jornada se reflejen en cada segundo del recorrido.

11. Ama tu camino. Sin este principio, nada tiene sentido.

Paulo Coelho

Santiago, apóstol

Santiago, apóstol


Santo Adalid, Patrón de las Españas,
Amigo del Señor;
defiende a tus discípulos queridos,
protege a tu nación.

Las armas victoriosas del cristianismo
venimos a templar
en el sagrado y encendido fuego
de tu devoto altar.

Firme y seguro
como aquella Columna
que te entregó la Madre de Jesús
será en España
la santa Fe cristiana,
bien celestial que nos legaste Tú.

¡Gloria a Santiago,
Patrón insigne!
Gratos, tus hijos,
hoy te bendicen.

A tus plantas postradas te ofrecemos
la prenda más cordial de nuestro amor.
¡Defiende a tus discípulos queridos!
¡Protege a tu nacion!

Himno oficial del Apóstol Santiago

El Camino de Santiago VII. Vivir con lo necesario

El Camino de Santiago VII. Vivir con lo necesario

El Camino es una exigente escuela de discernimiento
entre lo necesario y lo superfluo,
porque todo pesa y no puedo cargar con todo.
Atiborrados con una multitud de cosas
en nuestra vida cotidiana,
descubro en el Camino
que sólo tiene sentido lo contrario:
el desprendimiento.
Sólo esa lógica nos libera,
y quizá sea lo más precioso que podemos aprender.
No podemos con todo...

José María Alvear, sm