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cuatrodecididos

La Gloria de Dios es la vida para todos

“Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven y los inválidos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan, y a los pobres
se les anuncia la Buena Noticia.
¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!” (Mt 11, 2-11)

Señor Jesús:
También a nosotros nos escandaliza tu vida.
Pedimos que vengas a nosotros, pero cuando llegas nos resistimos a seguirte.
Hasta Juan Bautista parecía desconcertado.
¿Cómo es posible que en el Mesías no veamos “la gloria” de Dios?
La imaginación popular creía –y sigue creyendo-
que “la gloria” divina sería luz deslumbrante, poder arrasador, irresistible.

Siempre hemos buscado maravillosas apariciones,
milagros indiscutibles que apabullen a todos,
castigos espectaculares contra los que no creen o viven como si no creyeran.

El Mesías sería el más fuerte de los hombres,
el más grande e inteligente, el más rico y poderoso,
Cortaría de un tajo el árbol que no da fruto
y lo echaría al fuego para siempre;
separaría la paja del grano con el aliento de su boca,
y quemaría la inútil paja
en una hoguera que no se apaga.

“Raza de víboras, repetía indignado Juan Bautista,
¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?”

Pero tú, Jesús, apareces compadeciéndote de los débiles:
curando a los enfermos...
ayudando a pensar...
abriendo los oídos para escuchar el amor del Padre...
reconciliando a cada uno
consigo mismo, con los otros, con Dios...
limpiando el corazón de malos sentimientos...
trayendo buenas noticias para los pobres...
invitando a todos a la mesa de la fraternidad...

Jesús, manso y humilde de corazón,
Jesús silencioso, que simplemente amas, acompañas, esperas...,
Tú eres siempre escándalo y fraude
para los violentos y soberbios;
para nosotros, que llevamos en el corazón
un rescoldo de intolerancia,
de intransigencia, de dominio y de imposición.

Nos cuesta atender a todos, compartir con los que no simpatizamos,
luchar no violentamente contra la injusticia,
entregar nuestra vida para que otros tengan vida...

Y, sin embargo, ésta es la gloria de Dios manifestada en ti:
“Yo he venido para que tengan vida en abundancia”.

Ayúdanos, Señor, a comprender tu gloria, y a saborearla en estos días de Navidad.

Rufo González Pérez

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