Informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España 2008
España tiene los mismos pobres tras una década de expansión económica
Las desigualdades repuntan y 8,5 millones de personas viven aún en la escasez
Los índices de desigualdad y de pobreza se mantienen constantes en España, "a espaldas del proceso de extraordinaria generación de riqueza" de los últimos 10 años. Ésta es una de las constataciones del Informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España 2008. El estudio, el séptimo de Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada (FOESSA) desde 1965, ha sido elaborado por 70 expertos vinculados a diferentes universidades y grupos de investigación, convocados por Cáritas.
En la estructura social española permanece enquistado un segmento de "pobreza extrema", que afecta a entre un 2,6% y un 4% de la población. En cifras absolutas, hay 8,5 millones de pobres, con ingresos por debajo de 574 euros al mes (19,7% de la población). Es el mismo porcentaje que hace 10 años. Otro millón y medio de españoles vive en "pobreza severa" (con menos de 280 euros al mes), y 500.000 hogares sufren, además, situaciones de "exclusión social".
"Después de varias décadas de reducción continuada de la desigualdad en la distribución de la renta, el proceso se frena desde el primer tercio de los años noventa. La experiencia española parece desdecir el estereotipo de que la mejor forma de favorecer el bienestar es conseguir altas tasas de crecimiento y elevados niveles de creación de empleo", dice FOESSA. Otro elemento diferenciador del comportamiento de la desigualdad "es el distanciamiento de los indicadores medios de la UE".
El umbral de pobreza manejado por FOESSA es el mismo de la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística. Su cuantía está fijada en 6.895 euros anuales, es decir, el 60% de los ingresos medios netos por persona y año. Se considera pobre a la persona cuyos ingresos están por debajo de esa cantidad.
Reparto territorial
FOESSA también analiza las desigualdades entre territorios. Entre las regiones con niveles de desigualdad considerablemente inferiores al conjunto nacional destacan Navarra, País Vasco, Murcia y Castilla-La Mancha. Por el contrario, el proceso distributivo interno con mayores niveles de desigualdad se acentúa en Andalucía, Canarias, Cantabria y Madrid.
Los datos de la investigación revelan, además, que existen grupos de población considerablemente más vulnerables que al principio de los noventa. Se trata de "viejas formas de pobreza que se consideraban superadas y que vuelven con notable crudeza", en referencia a las personas mayores, cuyas tasas de pobreza están muy por encima de la media.
"Al principio me avergonzaba venir al comedor de caridad"
Ensalada, lentejas, pescado y una manzana. Éste fue el menú de ayer de la Casa de la Caridad de Valencia, un lugar que Marco Quiroga conoce bien. Desde mayo, unos meses después de perder su empleo, este boliviano de 40 años no ha faltado ningún mediodía al comedor de esta institución benéfica, festivos incluidos. "Al principio me daba vergüenza, pero con el tiempo te das cuenta de que cada día hay más gente en una situación como la tuya que viene aquí a comer", comenta. Los propios trabajadores del centro han constatado un importante incremento en los últimos meses de lo que ellos denominan usuarios "normalizados", frente a las personas en situación de exclusión social, muchos de ellos sin hogar.
Marco llegó en diciembre de 2006 a España. "Había mucho trabajo, era fácil colocarse". A pesar de ser licenciado en Derecho, no pudo ejercer de abogado -"Es muy complejo obtener la convalidación", dice-, pero no tuvo problemas para encontrar empleo. Empezó en la construcción, cobrando hasta 1.400 euros al mes. "Como no tengo papeles, me los dejaba un compatriota mientras se iba de viaje y así me contrataban". Entonces tenía dinero de sobra para pagarse una habitación (180 euros al mes) y mandar a su mujer: "100 euros son 900 bolivianos, con eso tienes para vivir un mes completo". Luego encontró trabajo en el campo, y sus ingresos bajaron a unos 1.000 euros al mes. A medida que la situación económica iba empeorando, la calidad de sus trabajos también lo hacía. En su último empleo estable repartía publicidad en la calle por 600 euros. En febrero se quedó sin nada. "Ahora hago trabajitos, me llaman amigos para que les ayude a pintar o lo que salga", lo justo para pagarse la habitación y poco más. "Hace meses que ya no mando nada a casa". Hay menos trabajo, y sin papeles es todavía más difícil. "Las mujeres lo tienen más fácil con el trabajo doméstico, pero para nosotros hay menos oferta".
Ahora, Marco quiere volver a casa y contar lo que ha encontrado en España. "Mucha gente sólo cuenta lo bueno, el dinero que ha ganado, pero se callan lo mal que lo ha pasado", apunta. Y lanza un consejo: "Lo más importante es salir del país con un contrato de trabajo. Si no, estás perdido".
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