Peligro de desglobalización
El nuevo nacionalismo económico está amenazando la economía mundial - El divorcio entre el discurso correcto y la realidad populista levanta nuevas fronteras donde ya había libertad
Pascal Lamy, director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), policía y árbitro de los intercambios comerciales, recurre a las enseñanzas de Mahatma Gandhi para cargar contra los distintos disfraces que en estos meses viste el proteccionismo por doquier en el mapa mundi. "Gandhi dijo que, con el ojo por ojo, el mundo entero se vuelve ciego. Hoy podríamos decir nosotros que, con un trabajo (de aquí) por otro trabajo (de fuera), lo que tenemos es paro masivo".
Los líderes de las principales economías del mundo -de China a Estados Unidos, pasando por Francia, Reino Unido, Brasil, Alemania, la India o incluso Rusia- proclaman a cada rato su fe en el libre comercio como estímulo de la recuperación económica. De hecho, hasta ahora han sido relativamente consecuentes con esa fe en los mercados abiertos: según el Banco Mundial, de media, los aranceles han bajado en los últimos 30 años desde niveles superiores al 25% a menos del 10%. Desde mediados de los noventa, el comercio aumentó, de media, a un ritmo anual cercano al 6%, superior al crecimiento económico.
La misma fe en los beneficios del comercio sin trabas se mantuvo imperturbable en la cumbre del G-20 que, el año pasado, en Washington, empezó a orquestar una respuesta global y coordinada al enemigo llamado recesión.
Sin embargo, el divorcio entre el discurso de los líderes políticos y la medicina que éstos aplican para intentar curar una economía gravemente enferma está dejando traslucir brotes de ceguera comercial, de discriminación a los productos del vecino, de trabas que vuelven. Si el libre comercio es una de las señas de identidad de la globalización, son muchos los economistas que la ven amenazada por esta crisis indomable y el modo de combatirla.
"Las investigaciones académicas nos dicen que una de las variables clave por las que los países cambian de rumbo en sus políticas comerciales son las crisis fuertes. Las crisis fuertes dan lugar, por un efecto péndulo, a un intento de cambio del statu quo. Y hoy, el statu quo se caracteriza por haber desarrollado un amplio proceso de liberalización", explica desde Washington Daniel Lederman, economista senior del Banco Mundial experto en desarrollo. Lederman añade: "En el caso además de las recesiones en los países avanzados que se asocian a la deflación (caída generalizada de los precios), las crisis suelen incrementar el proteccionismo. Hoy la amenaza proteccionista es real".
Los ejemplos proliferan como las setas. Hace dos meses, Rusia decidió elevar del 5% al 30% el gravamen para los coches importados. También ha introducido aranceles a la carne de ave y de cerdo. India ha anunciado que durante los próximos seis meses prohibirá la importación de juguetes de China (la mitad de los que importa). Claro que el Gobierno chino antes elevó las deducciones de los impuestos a la exportación de sus juguetes en un 14% para ayudar a sus fabricantes nacionales.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha aclarado que las ayudas a las empresas de automóviles no son para que se instalen en países con menores costes para vender coches en Francia. "Se trata es de ayudar a frenar la huida de empleo de Francia".
Estados Unidos ha salido a apoyar a sus gigantes del motor de Detroit, pero sólo para que salven sus plantas en el país. No ha tenido gestos con las multinacionales extranjeras instaladas en su territorio. A su vez, EE UU ha sugerido que China juega la carta de una moneda (yuan) competitiva.
"Cuanto mayor es el pánico, mayor es la tentación de caer en la retórica nacionalista, y, sobre todo, de caer en la demagogia más baja, porque la presión social es fortísima", reflexiona Pablo Videla, director del departamento de Economía de la escuela de negocios IESE. Coincide con él -"el pánico hace que todos reaccionen con un sálvese quien pueda", dice, y desde una perspectiva bien distinta-, el catedrático de Economía y presidente de Justicia y Paz Arcadi Oliveras, para quien el proteccionismo en los países ricos "está fuera de lugar" pero quien lo ve "imprescindible para crecer" en los menos desarrollados.
Los peligros de la retórica nacionalista se han evidenciado en el Reino Unido, con la revuelta social que le ha estallado a la cara al primer ministro, Gordon Brown, a raíz del reclutamiento de mano de obra italiana y portuguesa en la refinería de Lindsey y dos años después de haber azuzado con lemas como "empleos británicos para trabajadores británicos". El debate ha salido salpicado de acusaciones de xenofobia. "Pero las empresas no actúan como lo han hecho porque no quieran a británicos, sino porque los otros cobran menos. Buscan menos costes", centra el problema Videla, quien, sin embargo, confía en las lecciones de la Gran Depresión y en que no volverá el repliegue.
"A finales del siglo XIX, el comercio equivalía al 25% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial. En los años treinta, cayó a casi el 14%. Es lo que ocurre cuando se culpa al resto del mundo de todo. Llegamos a los cincuenta con un mundo cerrado que generó probreza y conflicto", repasa la historia Videla. Hoy, el nivel ha vuelto al 25%.
Tras el crash del 29, la ley Smoot-Hawley en EE UU fue el pistoletazo de salida de una carrera de aranceles y barreras comerciales que encontró ecos de represalia inmediatos. Las importaciones estadounidenses bajaron de 4.400 millones de dólares a 1.500 millones entre 1929 y 1932. Las exportaciones de EE UU cayeron en el mismo periodo de 5.400 millones a 2.100. La contracción del comercio y de la generación de riqueza mundial fue rotunda.
Lecciones aparte, la interconexión de la economía es hoy tal que la cosa aún se complica más. Pensemos en el rescate de bancos. La banca española, que no ha requerido inyecciones de capital público, acusa de "competencia desleal" a los bancos extranjeros que sí han resultado fortalecidos por las autoridades de sus países: compiten con ellos sin complejos con agresivas estrategias comerciales. El Reino Unido exhorta a la banca a dar crédito a las empresas británicas. Y, en el plano de las finanzas, un agravante: a diferencia de lo que ocurre con el comercio, para el que existe el mencionado policía y árbitro que es la OMC, no existe una autoridad financiera mundial. Es uno de los retos que deberán abordar el G 20 cuando se reúna este abril en Londres.
Pese a la tentación proteccionista, algunos gobiernos ya han comprobado que las medidas pueden ser como un tiro por la culata. Le ha ocurrido al ruso: para ayudar a su industria nacional del automóvil subió los aranceles de los coches de importación, pero ahora ha tenido que lidiar con revueltas en Vladivostok, ciudad portuaria cuyos empleos dependen de la venta de esos coches.
También lo ha descubierto el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Barak Obama. Su controvertida cláusula Compre Americano -que prohíbe el uso de hierro y acero extranjero en la construcción de infraestructuras financiadas con los más de 800.000 millones de dólares de su plan de reactivación económica- no sólo ha puesto el dedo en el gatillo de las denuncias ante la OMC por socios comerciales de EE UU como la Unión Europea o Canadá. También se quejaron, por temor a represalias, las multinacionales General Electric y Caterpillar, o la Cámara de Comercio de EE UU.
En los últimos 15 días, el acero ha hecho asomar al planeta al abismo de una auténtica guerra comercial. Pero, tras su paso por el Senado, la prohibición se aplicará "de manera coherente con las obligaciones de EE UU bajo los acuerdos comerciales", como los pactos firmados bajo el paraguas de la OMC. Ha sido un gesto político apreciado especialmente en Alemania, México y Canadá (primer país al que Obama viajará este mes y que vende a EE UU el 40% del acero que produce). La UE ha bombardeado con cartas a congresistas, senadores y miembros del Gobierno federal animándoles a "dar ejemplo" porque "unos mercados abiertos siguen siendo prerrequisito esencial para una recuperación rápida".
Un proteccionismo leve y temporal puede reactivar la economía americana, puede pensarse. "Eso sería cierto si se pudiera asegurar que efectivamente sería temporal y que nadie más lo aplicaría. Pero las represalias y una espiral proteccionista sería inevitable", opina Lederman.
"Iniciar una guerra comercial no interesa a nadie, pero Obama está focalizado en crear o preservar tres millones de empleos en su país y es difícil explicarle al contribuyente americano que hay que poner dinero en algo que no sirva para crear puestos de trabajo en casa", explica el presidente de la Cámara de Comercio de EE UU en España, Jaime Malet, tras regresar de Washington y entrevistarse con senadores, empresarios y algunos cargos de la nueva Administración. "La política americana es muy dura y toda iniciativa política donde no hay disciplina de partido requiere una negociación durísima", explica.
Pero el proteccionismo no sólo refleja choques de intereses entre países. "En realidad, la crisis hace aflorar el auténtico choque, el de siempre, entre los intereses de los productores, que desean preservar su mercado de los competidores de fuera, y, por otra parte, los exportadores", subraya la catedrática de Economía Aplicada Miren Etxezarreta, miembro de la Red Europea de Economistas Críticos y partidaria de "un proteccionismo oficializado y programado".
Y es que está comúnmente aceptado que "EE UU y los países más avanzados han practicado siempre decisiones proteccionistas", apunta Marta Garrich, miembro del Secretariado del Forum Ubuntu, que no pierde la esperanza de que cuando se retomen las negociaciones para la liberalización del comercio de la Ronda de Doha (fracasaron en diciembre una vez más, pese a los llamamientos del G 20) se aborde la introducción de un impuesto global sobre las transacciones de divisas. "La cuestión es para qué se utiliza el proteccionismo. Tal vez esta crisis sea una oportunidad para que los países más pobres desarrollen sus propias agendas de desarrollo, y también porque se constata que deben replantearse los modelos imperantes hasta ahora en el crecimiento".
Desde la óptica de América Latina, las presiones proteccionistas son encajadas como "una pésima noticia", declara la secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena. "Nuestros países desmantelaron gradualmente su estructura de protecciones, disminuyeron sus barreras arancelarias y entablaron negociaciones a nivel bilateral y multilateral para abrir sus economías", recuerda, y, además, si la crisis se alarga mucho, la región puede topar con dificultades de financiación del comercio, "condición necesaria para mantener nuestras economías abiertas".
Según Zoellick, no serán las economías más desarrolladas las que sufrirán una retracción comercial, sino las emergentes. Por ejemplo, China. "La economía china no depende del consumo interno, sino de la inversión extranjera y de las exportaciones. Por eso está sufriendo mucho la caída de consumo en Occidente", enfatiza Amadeu Jensana, director de Programas Económicos y Cooperación de Casa Asia. En diciembre pasado, las exportaciones del gigante asiático sufrieron su peor desplome en una década (2,8%). "Más de la mitad de lo que exporta China lo fabrican empresas occidentales, así que éstas también se ven perjudicadas", apostilla.
La amenaza proteccionista sobrevuela la economía justo cuando la propia crisis desinfla la demanda y el comercio. "Para que el PIB de los países avanzados crezca al 3%, el comercio internacional debe hacerlo al 8%", señala José Antonio Herce, socio director de Economía de Analistas Financieros Internacionales (AFI), que considera "una aberración" la retórica proteccionista -también el llamamiento a consumir productos españoles por parte del ministro de Industria, Miguel Sebastián- porque "de la retórica es fácil pasar a las medidas".
Hoy, la economía mundial apenas crece. ¿Y el comercio? En 2006, aumentó un 8,5%. Según la OMC, en 2007 el ritmo bajó al 6%. El Banco Mundial augura que el comercio mundial va a caer en 2009 por primera vez en 27 años; en torno a un 2%. O más.
Esta contracción va acompañada de cierto repliegue de movimientos que tienen mucho que ver con la globalización. El turismo mundial, por ejemplo, reculó un 1% en la segunda mitad de 2008 y las previsiones para 2009 contemplan una caída global del 2%. El transporte internacional de mercancías cayó un 13,5% en noviembre y un 22,6% en diciembre. ¿Estaremos desandando en la globalización?
Ariadna Trillas para El País.
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