'Situation room'
La reunión está convocada a las ocho de la mañana en la Situation room, en el Ala Oeste de la Casa Blanca. El espacio rectangular está ocupado por una larga mesa de caoba flanqueada por 12 espaciosas butacas en cuero azul oscuro. Seis grandes pantallas de plasma incrustadas en las cuatro paredes son la única decoración. Diez civiles y militares esperan al presidente. Obama llega puntual: ha dormido poco porque hasta bien entrada la madrugada ha permanecido en la base aérea de Dover recibiendo, como comandante en jefe, los féretros de 18 norteamericanos muertos en Afganistán. El único asunto esta mañana es debatir qué hacer con esta guerra que está poniendo en duda el liderazgo del presidente, al que comienzan a llamar "el joven Hamlet". Obama saluda a los reunidos y recuerda que hace justo un año fue elegido, y que la guerra de Afganistán, que declaró "necesaria", está bloqueando su presidencia y amenaza también su agenda en política interior. Constata la pérdida de apoyo popular y se queja de la decepción de los sectores más progresistas, que se creyeron sus promesas de que iba a realizar todo el cambio prometido. "Sí podemos, pero va a tomar un tiempo".
El vicepresidente Biden: Señor presidente, ¿puedo clarificar una cifra? ¿Cuánto gastaremos este año en Afganistán?
-65.000 millones de dólares, le responde Rahm Emanuel, el jefe de Gabinete del presidente.
-¿Y en Pakistán?
-2.250 millones.
-¿Tiene esto sentido estratégico? La escalada que solicitan los militares es un desperdicio de dinero y vidas. No lograremos construir un Estado afgano efectivo, ni acabar con lo que en realidad es una guerra civil que ya dura 35 años. Reduzcamos nuestro compromiso a una operación antiterrorista selectiva.
Hillary Clinton (habla por videoconferencia desde Islamabad, donde concluye un viaje oficial a Pakistán): Con el debido respeto, señor vicepresidente, eso significaría la vuelta del control de los talibanes sobre Afganistán, algo que impedimos en 2001, y la potenciación de la militancia extremista en Pakistán. En sólo 48 horas aquí he advertido la tremenda inestabilidad de este país, que podría convertirse en un Estado fallido, eso sí, con 70 cabezas atómicas. La animosidad contra EE UU ha aumentado. Debemos tener más paciencia estratégica.
General McChrystal (desde la base de Bagram, en Afganistán, en videoconferencia): Corremos un serio riesgo de fracasar si no disponemos de los recursos adecuados, que cifré en 40.000 tropas más. Si fallamos en Afganistán, reventará Pakistán. La situación no es irremediable. También en la primavera de 2006 Irak parecía perdido. El tiempo es muy importante, señor presidente. La actual incertidumbre descorazona a nuestros aliados europeos y vuelve más atrevidos a nuestros enemigos.
James Jones (consejero de Seguridad Nacional): Debemos resolver cuánto país queremos controlar. Quizás fuera razonable retirarnos a las principales ciudades y abandonar las zonas rurales. Acaso de las 34 provincias podríamos asegurar media docena.
El presidente: Me impactó ver al anciano senador demócrata Robert Byrd, 91 años, desde su silla de ruedas, preguntando en el Senado: "¿Cuánto más dinero y sangre norteamericana vamos a derramar en Afganistán?". No quiero que caigamos en el síndrome de Vietnam. Como muchos de ustedes, he estado leyendo Lessons in disaster, para ver cómo tomaron sus decisiones John Kennedy y Johnson. Y la principal lección que he obtenido es no desplegar nunca medios militares para conseguir objetivos mal definidos. Nos está pasando en Afganistán lo que a los soviéticos. Richard Haas, el presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, me dijo que todas las opciones a nuestra disposición en Afganistán son malas, pero en su opinión reducir nuestro compromiso sería la menos mala. Admito que he llegado a tener dudas sobre la centralidad de Afganistán en el esfuerzo global contra el terrorismo. No estoy por una guerra larga, sin fin, contra el terror pero no voy a ser el responsable de la vuelta a la situación que produjo los ataques del 11-S. No nos engañemos, no vamos a encontrar una panacea. No aceleraré la decisión estratégica que debo tomar. Recuerdo bien adonde llevó al país la impetuosidad intervencionista de mi predecesor. He prometido a los militares que no arriesgaré sus vidas a menos que sea absolutamente necesario.
Esto no es un guión de la serie televisiva El Ala Oeste de la Casa Blanca. Todas estas conversaciones son reales y casi todas pertenecen a algunos de los protagonistas. (Fuentes utilizadas: discursos de Obama y de Clinton; Stanley McChrystals long war, en The New York Times; Newsweek, Foreign Policy, Foreign Affairs).
Francisco G. Basterra
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