Mucho le cuesta a los ojos de Dios, la muerte de sus amigos
En la noche del martes 16 de agosto, tras la muerte del hermano Roger, se celebró a medianoche una oración en la Iglesia de la Reconciliación, con cantos, lecturas bíblicas y silencio. En el transcurso de la oración, el hermano François, uno de los más antiguos hermanos de la comunidad, dijo algunas palabras.
En la Biblia encontramos estas palabras: «Mucho le cuesta a los ojos de Dios, la muerte de sus amigos.»
Esta muerte del hermano Roger, es primeramente a nosotros que nos cuesta, terriblemente. La muerte es un desprendimiento, pero una muerte a través de la violencia lo es todavía más. Y cuando esa muerte es producida por una persona desequilibrada, experimentamos un sentimiento de injusticia, e incluso hace surgir la despesperanza.
A la violencia, sólo podemos reaccionar con la paz. El hermano Roger nunca dejó de insistir en ello. La paz pide un compromiso de todo el ser, en nuestro interior y fuera. La paz reclama toda nuestra persona. Así nos comunicaremos esta tarde la paz los unos a los otros e intentaremos realizar todo para que cada uno de nosotros permanezca en la esperanza.
La palabra que he citado dice que esta muerte no sólo cuesta a nuestros ojos. Cuesta a los ojos de Dios. Dios mismo toma parte en nuestra pena. Él sufre con nosotros. Es de este modo cómo Dios siente «la muerte de sus amigos», como dice el texto.
Y el hermano Roger fue con toda seguridad un amigo de Dios, quien desde el comienzo trabajó para que comprendiéramos hasta qué punto Dios nos ama con un amor que nunca acabará, que no excluye a nadie, que nos acepta tal como somos.
Y si es verdad que para Dios mismo, esta muerte significa una pena que le ha afectado, quisiéramos entonces realizar todo para que sepa nuestro agradecimiento, el agradecimiento por todo lo que el hermano Roger ha sido en medio de nosotros.
Libro de condolencias: condolences@taize.fr
Comunidad de Taizé
En la Biblia encontramos estas palabras: «Mucho le cuesta a los ojos de Dios, la muerte de sus amigos.»
Esta muerte del hermano Roger, es primeramente a nosotros que nos cuesta, terriblemente. La muerte es un desprendimiento, pero una muerte a través de la violencia lo es todavía más. Y cuando esa muerte es producida por una persona desequilibrada, experimentamos un sentimiento de injusticia, e incluso hace surgir la despesperanza.
A la violencia, sólo podemos reaccionar con la paz. El hermano Roger nunca dejó de insistir en ello. La paz pide un compromiso de todo el ser, en nuestro interior y fuera. La paz reclama toda nuestra persona. Así nos comunicaremos esta tarde la paz los unos a los otros e intentaremos realizar todo para que cada uno de nosotros permanezca en la esperanza.
La palabra que he citado dice que esta muerte no sólo cuesta a nuestros ojos. Cuesta a los ojos de Dios. Dios mismo toma parte en nuestra pena. Él sufre con nosotros. Es de este modo cómo Dios siente «la muerte de sus amigos», como dice el texto.
Y el hermano Roger fue con toda seguridad un amigo de Dios, quien desde el comienzo trabajó para que comprendiéramos hasta qué punto Dios nos ama con un amor que nunca acabará, que no excluye a nadie, que nos acepta tal como somos.
Y si es verdad que para Dios mismo, esta muerte significa una pena que le ha afectado, quisiéramos entonces realizar todo para que sepa nuestro agradecimiento, el agradecimiento por todo lo que el hermano Roger ha sido en medio de nosotros.
Libro de condolencias: condolences@taize.fr
Comunidad de Taizé
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