En Tierra de Nadie
¿Por qué seguir hoy sintiéndose parte de la Iglesia, aun percibiendo tantas contradicciones como tiene, aun sabiendo que tenemos muchas asignaturas pendientes y que hay muchas cuestiones que necesitan otras respuestas? ¿Cómo vivir con paz y con alegría la pertenencia a esta Iglesia nuestra, con sus luces y sombras?
Hay gente que está sistemáticamente en contra de todo lo que tenga que ver con la Iglesia, a la que reduce a tópicos muy trillados. En el extremo opuesto, hay otra gente que parece incapaz de admitir la menor crítica, de aceptar que hay muchas situaciones que requieren nuevos pasos y respuestas diferentes. Y hay otra mucha gente que estamos en tierra de nadie. Nos sentimos parte de esta Iglesia, vemos sus valores y nos inquietan sus inercias, y al tiempo la deseamos siempre mejor, siempre más evangélica. En este libro José María Rodriguez Olaizola,sj ofrece, partiendo de sus propias incertidumbres, inquietudes y esperanzas, algunas pistas sobre por qué seguir, cómo vivirse y crecer sintiéndose parte de la iglesia en esta tierra de nadie. Una propuesta que pude iluminar muchas de las búsquedas, los conflictos y las preguntas que bastantes personas nos hacemos a menudo.
Aquí están muchas personas cuya fe es más personal, que tienen reservas hacia la institución, que dudan ante las incoherencias que se perciben. Estamos muchos que no nos sentimos en paz con declaraciones tajantes para problemas culturales y sociales que requieren muchas consideraciones cotidianas; pero tampoco nos sentimos alineados con quienes meten en el mismo saco todas las reivindicaciones del mundo, ya se trate de familia, vida, investigación, como si todo valiese o como si todo fuese lo mismo La tierra de nadie es ese espacio en el que viven divorciados que, tras un fracaso que ha podido ser inevitable, se sienten en la encrucijada de rehacer su vida (y sentirse apartados de la Iglesia), o quedar presos de una situación muy dura. Es el espacio donde viven los hombres y mujeres que aman a otros hombres y mujeres, respectivamente, y aman al Dios de Jesús, pero sienten que se les dice que uno de los dos amores no cabe en su vida o en su Iglesia. Donde teólogos que buscan nuevas formas de anunciar el mismo evangelio tienen miedo de buscar, porque equivocarse se iguala a atacar pero si no se buscan nuevos caminos, aunque no haya error, tampoco avanzará la búsqueda de una verdad más plena. En la tierra de nadie están tantas mujeres que ven una cierta contradicción entre las afirmaciones que les dicen que pintan mucho en la Iglesia, y la masculinidad absoluta que hay en la toma de decisiones eclesial (no hay más que pensar en un cónclave). Y muchos jóvenes que necesitan una palabra de acogida y de sentido que les hable de sus vidas, sus problemas y sus límites hoy (y no hace cincuenta años, cuando la sociedad era otra, la cultura era otra, las imágenes y prácticas otras, el mundo otro). En la tierra de nadie, sin dramatismos, estamos los que nos llevamos bofetadas de unos (que nos acusan de pertenecer a una Iglesia muy encastillada), y de otros (que dicen que nos dejamos llevar por el mundo).
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