Alegato del Fiscal frente a los asesinos de Miguel Ángel Blanco
«Es evidente la crueldad del cautiverio, con una víctima que por su cultura, su dedicación política, se puede presumir que era consciente de que carecía de cualquier oportunidad de sobrevivir al secuestro. También las condiciones del asesinato: en un lugar despoblado, rematado y abandonado a su suerte... Y si el terrorismo persigue a través de irradiar el terror a toda la población fines políticos que no puede conseguir por fines democráticos, es evidente que este atentado fue la esencia del terrorismo, porque durante ese fin de semana, durante esas angustiosas cuarenta y ocho horas (sin pretender compararlo al sufrimiento de su familia, de su círculo más cercano) todos los españoles pudieron ser, pudieron sentirse hermanos, padres, primos, novias de Miguel Ángel Blanco.
Pocas veces, y eso debe tenerse en cuenta por la Sala, un asesino ha tenido tantos motivos para evitar llevar a cabo su despreciable propósito criminal. Pocas veces ha tenido que superar más escrúpulos y difícilmente explicable es que no haya sido capaz de oír, de sentir, el clamor desesperado de una sociedad que le reclamaba clemencia. Los gritos de las manifestaciones de aquellos días sin duda debieron oirse en cualquier bajera situada en cualquier punto del País Vasco. Tal vez de estos hechos sólo pueda rescatarse la unión de los vascos, de los españoles, un clamor social que hoy llega institucionalizado en lo que se llamó espíritu de Ermua, en lo que fue una auténtica rebelión cívica para evitar el colmo de un acorralamiento de las víctimas y de todos aquellos que no participaban en un nacionalismo violento que se desarrollaba por cauces delictivos.
Si a ello unimos la pasmosa, pese a lo habitual, sorprendente conducta de indiferencia de los acusados en el juicio, se apreciará la necesidad de un largo tratamiento penitenciario, de manera que las penas no pueden ser otras que las solicitadas por este Ministerio Fiscal. Quienes hemos estado presentes en esta sala no podemos comprender humanamente la indiferencia de la conducta de los acusados, como no sea una artificial pantalla para salvar su cobardía de enfrentarse a la acusación y a este juicio».
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