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cuatrodecididos

Comparar o aprender


Por Joseba Arregui

Aunque a los políticos se les llene la boca hablando de la sociedad del conocimiento y la necesidad de que la educación se convierta en un proceso para aprender a aprender, lo cierto es que el debate político organizado en frentes impide cualquier aprendizaje. En lugar de ello, el frentismo político se basa en la convicción de estar en posesión de la verdad, o de la moral histórica, lo que lleva no al diálogo como aprendizaje, sino a la condena de quien no participa de las mismas convicciones. Y, así, en lugar de aprender de lo que pasa en el mundo para avanzar en la solución de los problemas propios, la comparación se lleva la palma: hay que hacer lo mismo que lo que en otros lugares parece haber conducido al éxito. Pero solo se toman los sucesos que permiten apuntalar las propias convicciones, o, de los sucesos de otros lugares, solo se toman los elementos que permiten reforzar la posición propia y condenar la del adversario.

NO TIENE nada de raro que el jefe de un Estado con un problema de terrorismo, el rey de España, sienta sana envidia de la foto de estos días en el Ulster: en lugar del terror intercomunitario, los representantes políticos de las dos comunidades, sentados juntos, dispuestos a compartir las tareas de gobierno. Es normal que diga que, visto el éxito, el empeño ha merecido la pena. Y también es normal que, visto nuestro fracaso con nuestro terrorismo, añada que las situaciones, quiere decir los problemas, no son comparables.

Alguno ha afirmado que, de tanto comparar la situación de Euskadi con la de Irlanda del Norte, terminaríamos importando no la solución, sino el problema: la división de comunidades, algo que todavía, a pesar de todo, no se ha producido del todo en Euskadi. Algunos miran al proceso de paz norirlandés para subrayar el largo tiempo que ha sido necesario para llegar a buen término. Otros miran a la tenacidad que ha sido necesaria para superar las dificultades que se han ido planteando en el camino. También ha habido quienes han mirado al Ulster para comparar el comportamiento del partido que ha estado en la oposición para utilizarlo como espejo crítico en referencia a la situación española, y en Gran Bretaña les ha tocado a los dos grandes partidos, al laborista y al conservador, ser oposición en algún momento el largo proceso.

Todos esos puntos son importantes y conviene tenerlos en cuenta: ningún proceso de estas característica es coser y cantar. Puede durar mucho tiempo, aunque tampoco sea un dogma indiscutible que siempre tenga que ser así, y exige entonces mucha tenacidad. Y que el problema de acabar con el terror esté fuera del debate político del día a día en sus rasgos fundamentales para poder llegar a buen término es algo que permite comparación, aunque salgamos mal parados. Pero también es importante describir y analizar las diferencias para que las comparaciones fáciles no se conviertan, ellas mismas, en artillería que ahonda las diferencias y el debate estéril, en lugar de inducir a seguir el ejemplo.

Los dirigentes del Sinn Féin eran los dirigentes del IRA: tenían mando en ambas plazas. Nunca ha tenido sentido pedir que en Batasuna surgiera algún Gerry Adams: la petición correcta hubiera sido tomar a ETA como destinataria de la petición. En el caso norirlandés no ha sido el Sinn Féin quien ha convencido al IRA de la necesidad de deponer las armas: ha sido un proceso de convencimiento al unísono. Pero, en el caso vasco, esa identidad de dirección en ambas organizaciones no se ha dado nunca, ni creo que ETA vaya a permitir que se dé alguna vez. Entender esta diferencia es vital para no equivocarse en el destinatario de los esfuerzos por buscar el fin de la violencia: pensar que el interlocutor sea Batasuna es perder el tiempo. Pero parece que no terminamos de aprender.

EN SEGUNDO lugar: la violencia y el terror en Euskadi son unidireccionales. Y es unidireccional además de dirigirse contra decisiones que cuentan con legitimidad democrática. En el Ulster ha habido violencia y terror católicos contra los protestantes, y violencia y terror protestante contra los católicos. Y además ha existido una situación en la que los católicos se encontraban en situación de indigencia social, económica e incluso política. En el Ulster ha habido, y sigue habiendo, división entre comunidades. En Euskadi, no. En el Ulster tienen por delante la superación de las divisiones comunitarias. En Euskadi, ese paso ya está básicamente dado. En el Ulster llegan a algo parecido, aunque de lejos, al Estatuto de autonomía. Nosotros lo poseemos, de forma democráticamente legítima, desde hace casi 30 años.

La vía abierta a la autodeterminación en los acuerdos de Stormont está condicionada al consenso entre ambas partes, es decir, está heterocondicionada. Londres no ha dudado, cuando ha habido problemas, en suspender la autonomía del Ulster. A partir de todas esas diferencias es preciso aprender una cosa fundamental: o el interlocutor es el mando militar, o no hay interlocución. El resto es perder el tiempo. Los guiños a Batasuna con las listas de ANV no conducirán a nada –otra cosa es el galimatías jurídico en el que nos hemos metido–. Y con la interlocución armada solo se puede hablar de presos. Cualquier referencia en ese contexto a la normalización, a las cuestiones políticas, es condenar al fracaso la posibilidad de terminar con el terrorismo.

Joseba Arregui

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