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Gran metáfora

Gran metáfora

Cualquiera con un mínimo de sensibilidad intelectual, incluso estética, no puede dejar de sentir un sobresalto cada vez que pasa zapeando por donde estuvo en su día CNN+ y se encuentra con lo que ahora ocupa su lugar. Este malestar seguramente deriva del hecho de que sabemos que aquí se ha producido algo más que un mero intercambio de canales. Estamos ante un caso de libro de la fagocitación de una cadena de información seria y de rigor por parte de una de las manifestaciones más burdas de la novedosa "cultura popular". Es difícil encontrar un ejemplo tan gráfico de la lucha darwinista por las audiencias bajo el signo de la nueva sociedad de masas. Lo que hemos perdido y lo que lo ha sustituido se ha convertido, de golpe, en una metáfora extraordinaria de lo que de una forma más pausada ha venido pasando en nuestro país -y no sólo- a lo largo de los últimos años: la progresiva e implacable banalización del espacio público.

El problema es que cuando estos escasos oasis mediáticos se secan, como acaba de ocurrir con CNN+, ya nada o casi nada puede impedir la propagación del desierto. Con la digna excepción de algunos medios públicos, si consiguen sobrevivir. Como muestra la oferta que encontramos en la multiplicidad de canales de TDT, la nueva pluralidad televisiva no ha aumentado un ápice el acceso a algún programa que fomente el desarrollo de una cultura pública crítica y exigente. Como en su día ocurriera en Italia, este proceso de gradual banalización se ha ido implantando de forma silenciosa y en nombre de valores tan dignos como el entretenimiento y la diversión. Poco a poco, sin embargo, se ha logrado laminar las fuentes que mantenían viva lo poco que quedaba de la cultura política tradicional, casi de la cultura a secas. En una deliciosa ironía del destino, y por seguir en ese mismo país, el empresario que se encargó de empujar a los márgenes mediáticos a quien no participara de su filosofía acabó de primer ministro, e incluso se permitió gobernar como un entertainer, con velinas incluidas.

El resultado, lo sabemos también por Italia, es la progresiva infantilización y despolitización de la sociedad. Es una sociedad de la distracción, en su doble sentido, el de esparcimiento, y el de la falta de atención, sobre todo hacia lo que debiera importarnos como ciudadanos. Lo público, nuestro mundo común, ya no gira predominantemente en torno a la discusión de las cuestiones políticas, sino hacia personajes populares que exhiben impúdicamente su vida privada. El escenario público se llena de trivialidades; se fomentan los tópicos y todo lo que alimenta el morbo. Lo malo es que, por el camino, estas lógicas del espacio público televisivo acaban colonizando al final a la discusión política misma. Lo importante es captar la atención de estos ciudadanos distraídos, aunque para ello haya que ir a La Noria. Es el signo de los tiempos.

Se dirá, y no es un argumento baladí, que esto es lo que la gente quiere ver, y que quiénes somos nosotros, sus críticos elitistas, para imponer nada. Ahora que tanto se habla de los mercados, esta sería otra de sus manifestaciones: el ajuste perfecto entre oferta y demanda televisiva. Lo malo, como ya observaría Tocqueville cuando se refería a la "tiranía de la mayoría", es que esta siempre tiene la tendencia a arrogarse la razón, a presentarse como el poder moral supremo. Y la consecuencia es la presión hacia la conformidad, con las elecciones de los muchos, la anulación del juicio individual diferente, la homogeneización de los gustos y la imposibilidad de imaginar algo distinto de lo dado, de lo que se nos ofrece como normal.

Tampoco cabe confiar demasiado en el sistema educativo como factor de resistencia y como esperanza en un cambio de tendencia. Entre otras cosas porque hoy los valores, el conocimiento y la visión general de la realidad nos los transmiten sobre todo los medios de comunicación. El papel de la educación sigue siendo central, pero no debe ser nada fácil para los educadores competir con un mundo en el que aquello que enseñan a sus alumnos y se supone importante apenas tiene después algún reflejo en el espacio público más amplio. Ocurre más bien al revés: aquello de lo que allí se empapan, de lo que allí consumen, condiciona después su rendimiento escolar. La distracción acaba predominando también aquí sobre el esfuerzo, el esfuerzo de pensar. Y la creación de individuos autónomos y críticos con capacidad para resistirse a las pulsiones de la masa se convierte en un recurso más escaso cada vez.

Fernando Vallespín es catedrático de Ciencia Política en la UAM.

Cajas, ¿la desamortización del siglo XXI?

Cajas, ¿la desamortización del siglo XXI?

España opta por entregar esta banca social al capital privado

En el siglo XIX, la tierra. En el último tercio del siglo XX, la empresa pública. Respetando las diferencias de cada caso, fueron objeto de operaciones políticas de gran trascendencia: una "desamortización" que se proponía liberar recursos de capital y entregarlos al mercado para beneficio general. Lo que parecía claro en la intención, lo fue mucho menos en el resultado. Vale la pena recordarlo cuando en el arranque del XXI, las cajas de ahorros aparecen como objeto de una tercera desamortización.

La desamortización de la tierra -desde finales del XVIII hasta bien avanzado el XIX- pretendía la transformación de una sociedad atrasada. La resistencia de la Iglesia a la confiscación de su patrimonio acaparó la atención de contemporáneos e historiadores. Quedó en la penumbra que una parte muy sustantiva de lo incautado correspondía a bienes comunales arrebatados a los Ayuntamientos y otras entidades locales. Los promotores ilustrados de la desamortización entendían que una distribución de la propiedad agraria entre los campesinos pobres tendría efectos positivos en lo económico y en lo político: configuraría una estructura de la propiedad semejante a la de los países más avanzados y liberaría energías para el progreso colectivo. Pero la gestión de la desamortización no se propuso una distribución equitativa de la propiedad: apuntó a obtener los máximos ingresos para la Hacienda pública y del modo más rápido. Los tenedores de los títulos de deuda pública pudieron utilizarlos para adquirir tierra desamortizada: estaba claro que entre ellos no figuraban los campesinos pobres o los jornaleros.

¿Qué resultado produjo aquella gran operación? El dictamen de los historiadores es concluyente. No alteró la estructura de la propiedad (Herr). Cambió de manos, pero respetó o incluso acentuó el latifundismo en las zonas meridionales sin modificar demasiado la propiedad en otras regiones. En boca de un autor de talante liberal, "las víctimas de la desamortización fueron la Iglesia, los municipios y los campesinos pobres y proletarios agrícolas" (Tortella). Tampoco avanzó la sociedad española. Con la desamortización se desaprovechó una oportunidad histórica, agravando desigualdades sociales y provocando violentos conflictos agrarios hasta la misma guerra civil de 1936.

Salvando lo que haya que salvar en toda analogía, la privatización de la empresa pública en el último tercio del siglo XX siguió también un curso discutible. Movidos por el doctrinarismo neoliberal y por la necesidad de recaudación, los Gobiernos de Felipe González y de José M. Aznar "liberaron para el mercado" a empresas públicas o participadas por el Estado: Endesa, Repsol, Telefónica, Tabacalera, Iberia, Aldeasa, Argentaria, etcétera. También y especialmente las que obtenían resultados positivos. Uno de los argumentos esgrimidos fue la necesidad de favorecer la competencia libre, asegurar una mayor eficiencia y con ello beneficiar a los usuarios. ¿Ha sido este el resultado? No parece que tales privatizaciones hayan liberado a los ciudadanos-consumidores de la posición dominante de los grandes proveedores. No han transformado de modo sustancial su carácter oligopolista. Y el gobierno interno de estos "latifundios" industriales y de servicios tampoco da ahora muestras espectaculares de mayor transparencia y responsabilidad ante usuarios, stakeholders y pequeños accionistas. Buena lección tal vez para prepararse para nuevas privatizaciones en lo que queda del sector público.

Con la reforma de las cajas, parece llegar una "tercera desamortización". La gran crisis exige ahora operaciones de salvamento para algunas cajas, aunque no para todas ellas. Pero, a diferencia de la nacionalización temporal de la banca privada emprendida en Reino Unido o incluso en Estados Unidos, España opta por entregar esta "banca social" al capital privado. Percibidas por algunos como una anomalía del capitalismo financiero cuando en realidad suplían algunas de sus carencias, las cajas han sido objeto del asedio continuo de sus competidores: la banca privada. Es cierto que en algunos casos han sido también víctimas de sus propios errores. O, mejor, de los errores de algunos de sus responsables, seducidos por prácticas y modelos de una banca mercantil contra la que competían. Es esta banca -española o internacional- la que ahora espera reforzar su posición oligopolista con la "desamortización" de las cajas. Con ella es previsible la evaporación de su aspecto social que no se limita a la "obra social", sino que se extiende a la prestación de servicios financieros a sectores poco atendidos por otras instituciones.

De la información disponible, se desprende que entre los responsables actuales de algunas cajas hay quienes no renuncian a salvaguardar su carácter y objetivos característicos. Les honra. Me pregunto, sin embargo, si han intentado movilizar el apoyo ciudadano -y no solo el de algunas élites- que pudiera reforzarles en la dura batalla entablada. Porque no se trata de una disputa entre expertos financieros y económicos que sostienen propuestas técnicas diferentes. Es una batalla política con consecuencias que recaerán sobre toda la sociedad y, especialmente, sobre los sectores populares. Tratados solamente como clientes o como impositores, no se ha trasladado a los ciudadanos todo lo que se juega para sus intereses en esta nueva "desamortización". Se ha olvidado así un aliado imprescindible cuando se ventilan asuntos políticos en el sentido más genuino del término. ¿Estamos a tiempo de corregir este olvido?

Josep M. Vallès es catedrático de Ciencia Política (UAB).

Todo gratis

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Preferencias

Ni las cumbres sublimes ni los ríos
que no han sido ensuciados por los hombres;
ni los palacios ni las blancas ruinas
de los templos antiguos, ni los dioses
de mármol o bronce, iguales todos,
ni la alada victoria ni un bugatti,
y menos aún la música y el baile,
con sus amanerados sacerdotes:
ninguna de esas cosas y de otras
tan admiradas por los más sensibles
y que tienen que ver con el buen gusto
me proporciona una emoción profunda.

Si acaso, los hangares en desuso,
las estaciones fuera de servicio,
el laberinto de las fundiciones,
el brumoso extrarradio, un descampado
en el que sólo puede comprenderse
la perpleja tristeza de los hombres,
y los ríos que arrastran su miseria,
oscuros, majestuosos y solemnes,
y las descomunales escombreras.

Andrés Trapiello

AVE como si fuéramos ricos

AVE como si fuéramos ricos

La política de alta velocidad para todos toca a su fin por la crisis - La red radial une Madrid con 21 ciudades frente a quienes apostaban por el corredor mediterráneo

El gasto hecho por España en los últimos años en nuevas infraestructuras no tiene precedentes. El resultado está a la vista: hoy está a la cabeza en Europa en kilómetros de autovía y acaba de desplazar a Francia del primer puesto en alta velocidad ferroviaria, con la puesta en servicio de la línea Madrid-Valencia, y el ramal a Albacete. En total son 2.665 kilómetros en servicio, lo que la convierte en el segundo país del mundo después de China. La primera pregunta es si, a la vista de la crisis, España se podía permitir ese honor. La segunda es si lo hecho estaba bien planteado en lo territorial, si a una red decididamente radial, con epicentro en Madrid, le faltaba un impulso de líneas periféricas como el muy demandado corredor mediterráneo.

Valencia, la última ciudad en recibir el AVE, ha aplaudido sonoramente la nueva infraestructura. Los empresarios valencianos han estado peleando durante más de 15 años para que fuera una realidad. Los dos grandes partidos en la Comunidad Valenciana, PP y PSOE, han rivalizado a la hora de apuntarse el éxito de la llegada de la alta velocidad a Valencia, y el Gobierno que preside Francisco Camps reclama insistentemente que se aceleren los plazos para las conexiones de Alicante y Castellón con Madrid,

 A ecologistas, sindicatos y plataformas cívicas por la sostenibilidad, sin embargo, la política practicada les parece un auténtico error, típica de nuevo rico. "La gran diferencia entre España y otros países de Europa es que allí se planifica servicio y en España, solo infraestructura", lamenta Pau Noy, miembro de la Fundación por una Movilidad Sostenible y Segura. "Aquí lo vital es tener el AVE, no si sirve, si es caro o cuántos viajeros tiene", critica.

 ¿Por qué gastarse una fortuna -6.000 millones de euros- en este AVE, que, según las previsiones oficiales, tendrá 3,5 millones de pasajeros el primer año? Una insignificancia frente a los 400 millones de personas que utilizaron las Cercanías de Renfe en 2009. José Luis Ordóñez, portavoz de la Coordinadora Estatal en Defensa del Ferrocarril Público, remacha: "Cada día se hacen dos millones de viajes en los trenes de Cercanías, mientras en el AVE Madrid-Sevilla son 13.000. Si el dinero invertido en alta velocidad lo hubiésemos gastado en el tren normal, tendríamos siete veces más ferrocarril del que tenemos".

 "Son tipos de servicios absolutamente diferentes", defiende rotundo Víctor Morlán, secretario de Estado de Planificación e Infraestructuras del Ministerio de Fomento. El Gobierno dedica a la red normal o convencional 40.000 euros por kilómetro y año. "No se está desatendiendo un medio ferroviario frente a otro", asegura.

 El Gobierno no es el único en defender los beneficios del AVE. El sector hostelero es el que mayores confianzas tiene depositadas en los beneficios que supondrá tener la capital de España a poco más de hora y media. Se promociona el golf, las playas y la gastronomía. Hasta la cultura se ha apuntado al AVE. El Palau de les Arts acomodará sus horarios para que los amantes de la ópera puedan venir a Valencia y regresar en el tren el mismo día. Quienes se desplacen desde Madrid en AVE se encontrarán dos ventajas: precios más baratos que en el Teatro Real y un descuento del 5% en las entradas.

 Pero la época de grandes fastos y grandes inversiones terminó con la crisis y los críticos con esta política de AVE para todos exigen al Gobierno un modelo más racional. Si la construcción de un kilómetro de ferrocarril normal cuesta unos 3 millones de euros, el de alta velocidad oscila entre los 12 y los 30, en función de la orografía del terreno.

 "Es un modelo segregacionista que expulsa a los jóvenes al autobús y a la carretera porque la alta velocidad es cara", critica Noy. Y dice más. Con mucho menos dinero se hubiera podido adaptar toda la red ferroviaria española sin necesidad de trazados de nueva planta, solo adaptándolos a velocidades más altas.

 Gregorio Martín, catedrático de la Universidad de Valencia, insiste en que el debate no es tan simple. "Había que sacar camiones de la carretera y aviones del espacio aéreo, los dos medios que más contaminan, tras el protocolo de Kioto contra el cambio climático. En este sentido, es verdad que el AVE tiene parámetros ambientales y de consumo energético mucho mejores que el avión, casi de cuatro a uno. "El AVE solo es competitivo en distancias de entre 250 y 700 kilómetros. Por debajo de los 250 el automóvil gana y por encima de los 700 es imbatible el avión", puntualiza.

 La construcción de vías exclusivas de AVE ha dejado a lo largo de todo el territorio cientos de kilómetros disponibles solo para el transporte de mercancías, que necesitan para ser rentables convoyes de 700 a 1.000 metros de longitud. En este escenario, defiende Martín, el uso mixto de las vías -para pasajeros y mercancías- es complicado.

 Los ecologistas y las plataformas españolas por la movilidad en el transporte no están de acuerdo con la segmentación de redes. "Europa asiste estupefacta a cómo se emplean los fondos europeos. España en lugar de potenciar la cohesión con más transporte de proximidad, ha optado por la alta velocidad. Esto solo beneficia a Madrid y convierte a Valencia, Zaragoza y otras ciudades en barrios de esta capital", arguye Noy. Y no es el único que piensa así. Madrid está conectada ya por AVE con 21 ciudades españolas, cuando el propósito original de los sucesivos gobiernos ha sido enlazar la gran mayoría de capitales de provincia con el centro. La prioridad del Ministerio de Fomento ahora es completar ese primer esquema radial, que no se terminará sin la participación del capital privado. Desde hace tiempo, el ministro José Blanco se ha lanzado a la búsqueda de inversores privados en EE UU y China para cumplir con el futuro AVE a Galicia.

 Frente a los sucesivos AVE -el Barcelona-Madrid o el Valencia-Madrid-, el denominado corredor mediterráneo lleva años intentando abrirse paso en medio de una política declaradamente radial. El Euromed, de Renfe, que Josep Borrell, entonces ministro de Obras Públicas, puso en funcionamiento a mediados de los noventa, comenzó a prestar servicio con los mismos trenes que volaban en la línea Madrid-Sevilla, solo que adaptados al ancho ibérico. El Euromed sí se comió la cuota del avión entre Barcelona y Valencia y con unos precios competitivos, cosa que no ha pasado con el AVE a Barcelona, cuya demanda se ha estabilizado y no ha logrado sustituir al puente aéreo entre las dos capitales, aseguran en la Fundación por una Movilidad Sostenible.

 Ordóñez, de la coordinadora que ha convocado movilizaciones contra la política de gasto en alta velocidad, suscribe esta idea. "El Euromed entre Barcelona y Valencia consigue pasajeros más rápido que el AVE a Sevilla, sin embargo, se invierte mucho más en el segundo que en el primero. Esa es la base de la lucha que sostenemos con las Administraciones públicas", subraya el portavoz. En su opinión, no es necesario gastar tanto dinero para desarrollar un buen ferrocarril en España, que solo tiene una cuota del 6% dentro del transporte motorizado. "En este país tenemos tendencia a pedir grandes catedrales, cuando la gente no va a misa los domingos a sus parroquias. Los ciudadanos lo que pedimos es servicio, regularidad o frecuencias. Y a precios razonables", concluye Noy.

Cristina Vázquez para El País.

La nube y la duna

La nube y la duna


Todo el mundo sabe que la vida de las nubes es muy movida, pero también muy corta», escribe Bruno Ferrero. Y ahora demos paso a una nueva historia:
Una joven nube nació en mitad de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero ni siquiera tuvo tiempo de crecer allí: un fuerte viento empujó todas las nubes hacia África. Sólo que, al llegar al continente, el clima cambió: un Sol generoso brillaba en el cielo y debajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara. Como a las nubes jóvenes les ocurre lo mismo que a los jóvenes humanos, nuestra nube decidió separarse de sus padres y de sus amigos de infancia para correr mundo.
–¿Qué estás haciendo? –se quejó el viento–. ¡El desierto es siempre igual! ¡Vuelve a la formación y vamos al centro de África, donde hay montañas y árboles deslumbrantes!
Pero la joven nube, rebelde por naturaleza, no obedeció; después de mucho pasear, se dio cuenta de que una de las dunas le sonreía. Vio que también ella era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. En ese mismo instante se enamoró de su cabellera dorada.
–Buenos días –le dijo–. ¿Cómo es la vida allí abajo?
–Tengo la compañía de las otras dunas, del Sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive por ahí arriba?
–También están el viento y el Sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.
–Para mí, la vida es corta –dijo la duna–. Cuando el viento regrese de los bosques, desapareceré.
–¿Y eso te entristece?
–Me da la impresión de que no sirvo para nada.
–A mí me pasa lo mismo. En cuanto sople un viento nuevo, me marcharé hacia el sur y me transformaré en lluvia. En cualquier caso, ése es mi destino.
La duna caviló un poco y, al cabo, dijo: –¿Sabías que, aquí en el desierto, nosotros llamamos a la lluvia `el Paraíso´? He escuchado varias leyendas de las que cuentan las viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, nosotras nos quedamos cubiertas de hierba y de flores. Pero nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy raro que llueva.
–Si quieres, yo puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, ya estoy enamorada de ti, y me gustaría quedarme aquí para siempre.
–Nada más verte por primera vez en el cielo, yo también me enamoré –dijo la duna–, pero si transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, acabarás muriendo.
–El amor nunca muere –dijo la nube–. Apenas se transforma; y yo quiero mostrarte el Paraíso.
Y se puso a acariciar a la duna con pequeñas gotas, durante mucho tiempo, hasta que apareció el arco iris.
Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección al centro de África pensaban que eso era parte del bosque que estaban buscando y dejaban caer más lluvia. Veinte años más tarde, aquella duna se había transformado en un oasis, donde los viajeros se refrescaban a la sombra de los árboles.

Todo porque, cierto día, una nube enamorada no tuvo miedo de dar su vida por amor.

Paulo Coelho en XlSemanal.

Política de la retirada

Política de la retirada

En vísperas del juicio contra Otegi ha habido varias iniciativas en favor de su liberación con el argumento de que fuera de la cárcel podría contribuir más eficazmente al fin de ETA. Es el mismo argumento que se empleó para sostener que Batasuna debía recobrar la legalidad para que trabajara desde ella por el final de la violencia. Pero si ese desenlace parece hoy más cercano es porque la negativa a ceder por parte de la justicia ha convencido a Otegi y a otros como él de que no habrá vuelta a la legalidad mientras ETA siga presente.

A Otegi y otros dos dirigentes de Batasuna se les juzga por un supuesto delito de enaltecimiento del terrorismo en su intervención en el mitin de Anoeta (noviembre de 2004) en el que presentaron su propuesta de "resolución del conflicto vasco" mediante un proceso de negociación. Sus defensores sostienen que aquel acto abrió el camino de la paz que ahora se está a punto de culminar.

Sin embargo, no fue el proceso iniciado algo después, sino la rectificación que siguió a su fracaso, lo que ha debilitado a ETA y hecho posible que Batasuna dispute a la banda la dirección política del movimiento abertzale radical. Pero la ruptura del Otegi actual con el de Anoeta es incompleta. Se mantiene la pretensión de utilizar el fin de ETA como moneda de cambio de una negociación política cuyo resultado sería la asunción por los demás partidos (y por millones de ciudadanos) de las reformas institucionales que ellos consideran necesarias para resolver el conflicto vasco.

Entre los consejos que, a propósito del caso irlandés, ofrece Tony Blair en sus memorias sobre la forma de hacer frente al terrorismo hay uno aplicable aquí: recomienda partir de que el objetivo no es solucionar el conflicto invocado como causa del problema, sino, más modestamente, despejar de violencia el escenario para abordarlo. Muchas personas piensan que la derrota de ETA tiene que serlo a la vez del independentismo. Simétricamente, los teóricos del nacionalismo violento dan por supuesto que la retirada de ETA debe abrir expectativas a la altura del significado que ellos dan al abandono de las armas: expectativa de convertirse, tras años de resistencia armada, en la vanguardia de un movimiento soberanista capaz de alcanzar la mayoría electoral en el País Vasco. El horizonte de los de Otegi no son las municipales de mayo de 2011 sino las autonómicas de 2013.

Su referencia es Irlanda: tras los acuerdos de Viernes Santo, el Sinn Fein, brazo político del IRA, se convirtió en la primera fuerza de la comunidad católica, superando a los moderados de John Hume y entrando, junto a los unionistas de Ian Pasley, en el Gobierno de Irlanda del Norte. Los de Otegi cuentan también con su propia experiencia de las autonómicas de 1998, inmediatamente después de la tregua de Lizarra, en las que pasaron de 166.000 a 223.000 votos. La ensoñación de sus teóricos es que, retirada ETA, la nueva Batasuna, al frente de una coalición con las otras formaciones independentistas, EA y Aralar, puede desbordar al PNV y convertirse en la fuerza nacionalista hegemónica.

Sin embargo, como viene sosteniendo hace años Savater, y recientemente Andrés de Blas (EL PAÍS, 24-8-2010), es probable que una vez desaparecida la coacción etarra como condicionante esencial del comportamiento electoral, los resultados reflejen más fielmente la pluralidad y mayoritaria moderación de la sociedad vasca y su identificación con la autonomía antes que con el soberanismo.

El partido de Gerry Adams, único organizado en las dos Irlandas, pasó en la del Sur de 1 a 5 escaños en las primeras elecciones posteriores al Viernes Santo de 1998. Los republicanos consideraban esencial ese ascenso, y a ese ritmo, para entrar en los Gobiernos de Dublín y Belfast y convertirse en factor determinante para el desarrollo de las medidas de impulso a la reunificación previstas en los acuerdos. Pero ocurrió que en las siguientes elecciones del Sur, en 2007, no solo no hubo el esperado crecimiento sino que el Sinn Fein perdió un escaño. Sin violencia, la gente vota por otras cosas.

El futuro no está escrito, pero es probable que en una Euskadi sin ETA la mayoría social moderada tienda a expresarse en alianzas variables entre dos de los tres principales partidos autonomistas: PNV, PSE y PP. Y sería lógico que esos partidos consensuaran los límites a no traspasar para favorecer la retirada definitiva de ETA. No se trata ahora de que renieguen de su pasado (eso vendrá después) sino de exigir su renuncia a la negociación de contrapartidas políticas, eje de toda estrategia terrorista. Otegi tendrá hoy la oportunidad de hacer explícita, ante el tribunal que le juzga, esa renuncia. Sería la prueba de la sinceridad de su desvinculación del terrorismo.

Patxo Unzueta

Pruebas de resistencia

Pruebas de resistencia