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La nube y la duna

La nube y la duna


Todo el mundo sabe que la vida de las nubes es muy movida, pero también muy corta», escribe Bruno Ferrero. Y ahora demos paso a una nueva historia:
Una joven nube nació en mitad de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero ni siquiera tuvo tiempo de crecer allí: un fuerte viento empujó todas las nubes hacia África. Sólo que, al llegar al continente, el clima cambió: un Sol generoso brillaba en el cielo y debajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara. Como a las nubes jóvenes les ocurre lo mismo que a los jóvenes humanos, nuestra nube decidió separarse de sus padres y de sus amigos de infancia para correr mundo.
–¿Qué estás haciendo? –se quejó el viento–. ¡El desierto es siempre igual! ¡Vuelve a la formación y vamos al centro de África, donde hay montañas y árboles deslumbrantes!
Pero la joven nube, rebelde por naturaleza, no obedeció; después de mucho pasear, se dio cuenta de que una de las dunas le sonreía. Vio que también ella era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. En ese mismo instante se enamoró de su cabellera dorada.
–Buenos días –le dijo–. ¿Cómo es la vida allí abajo?
–Tengo la compañía de las otras dunas, del Sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive por ahí arriba?
–También están el viento y el Sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.
–Para mí, la vida es corta –dijo la duna–. Cuando el viento regrese de los bosques, desapareceré.
–¿Y eso te entristece?
–Me da la impresión de que no sirvo para nada.
–A mí me pasa lo mismo. En cuanto sople un viento nuevo, me marcharé hacia el sur y me transformaré en lluvia. En cualquier caso, ése es mi destino.
La duna caviló un poco y, al cabo, dijo: –¿Sabías que, aquí en el desierto, nosotros llamamos a la lluvia `el Paraíso´? He escuchado varias leyendas de las que cuentan las viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, nosotras nos quedamos cubiertas de hierba y de flores. Pero nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy raro que llueva.
–Si quieres, yo puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, ya estoy enamorada de ti, y me gustaría quedarme aquí para siempre.
–Nada más verte por primera vez en el cielo, yo también me enamoré –dijo la duna–, pero si transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, acabarás muriendo.
–El amor nunca muere –dijo la nube–. Apenas se transforma; y yo quiero mostrarte el Paraíso.
Y se puso a acariciar a la duna con pequeñas gotas, durante mucho tiempo, hasta que apareció el arco iris.
Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección al centro de África pensaban que eso era parte del bosque que estaban buscando y dejaban caer más lluvia. Veinte años más tarde, aquella duna se había transformado en un oasis, donde los viajeros se refrescaban a la sombra de los árboles.

Todo porque, cierto día, una nube enamorada no tuvo miedo de dar su vida por amor.

Paulo Coelho en XlSemanal.

El hombre y la verdad


La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento.

Anthony de Mello

Respetando el trabajo


Dice el poeta indio Rabindranath Tagore:
«Me quedé dormido y me pareció que la vida era alegría. Desperté y descubrí que la vida era deber.
Cumplí con mi deber y descubrí que en él estaba la alegría».

En realidad, a través de mi trabajo descubro la vida, llego a las personas y conozco todo lo que ocurre a mi alrededor. La única trampa ante la que debo estar atento es la de pensar que todos los días son idénticos. Lo cierto es que toda mañana trae consigo un milagro escondido, y tenemos que prestarle la debida atención a este milagro.

`Deber´ es una palabra misteriosa que puede tener dos significados opuestos: la ausencia de entusiasmo o la comprensión de que necesitamos compartir nuestro amor con más de una persona.

En el primer caso, nos pasamos la vida excusándonos ante nosotros mismos para no aceptar nuestra responsabilidad. En el segundo caso, el deber se transforma en una especie de devoción, de amor incondicional por el ser humano y pasamos a luchar por lo que queremos que suceda.

Eso es lo que yo persigo a través de mi trabajo: compartir mi amor. El amor es también algo misterioso: cuanto más lo compartimos, más se multiplica.

Existe un comentario en el Génesis que siempre me intrigó: el trabajo se muestra como una especie de maldición con la que Dios castiga al ser humano. Cuando Adán comete el pecado original, escucha decir al Todopoderoso: «Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida […]. Ganarás el pan con el sudor de tu frente».

Me llevó mucho tiempo entender que, de esta manera, Dios estaba poniendo el universo en movimiento. Hasta entonces, todo era bonito, paradisiaco, pero nada evolucionaba y, como comentaba un poco más arriba, Adán llegó a pensar que todos los días eran iguales. Y fue así como llegó a perder el sentido del milagro de su propia existencia.

Entonces, el Señor, mirando a su criatura, comprendió que le hacía falta una ayuda para recuperar este sentido.

¿Por qué uno de los mayores sueños de muchos seres humanos es dejar de trabajar algún día? Porque no les gusta lo que hacen. Si les gustase, pedirían a los cielos poder conservar la salud y el entusiasmo necesarios para poder, aunque fuese el último día de sus vidas, despertarse aquella mañana y hacer algo útil para ellos mismos, para sus familias o para cualquier otro ser humano.

Un hombre caminaba por los Pirineos franceses cuando se encontró con un viejo pastor. Compartió con él su alimento y pasaron un buen rato conversando sobre la vida. En un momento dado, el asunto de la conversación derivó hacia el trabajo.
–No soy libre. Mi vida es miserable porque soy un esclavo de mi trabajo.


El pastor se puso a cantar. Como se encontraban en un desfiladero de montañas, la música producía un eco suave que colmaba el valle. De repente, el pastor interrumpió su canto y se puso a blasfemar contra todo y contra todos. Y los gritos del pastor también fueron devueltos por las montañas, regresando hasta donde estaban ellos dos.
–Todo depende de lo que estés haciendo –dijo el pastor–. El trabajo es como este valle: refleja la energía que le transmites.
–No existe ninguna labor miserable. Si, de todas formas, no estás satisfecho, asume el riesgo de cambiarlo todo y dedicarte a lo que más amas. Es preferible ser alegre con un pequeño salario a ser infeliz por el miedo al cambio.

Paulo Coelho

Una parábola


"El Reino de los cielos se parece a..." Échale un vistazo a este vídeo. El primero que sea por curiosidad. Pero luego vuélvelo a mirar de nuevo y fíjate en los personajes, en los detalles, en los gestos. Quizá a base de verlo descubras cuál es el significado que tiene para ti.

Ignaciosj

La verdadera historia de los Reyes Magos

La verdadera historia de los Reyes Magos

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:

- ¿Papa?

- Sí, hija, cuéntame

- Oye, quiero… que me digas la verdad

- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido

- Es que… -titubeó Blanca

- Dime, hija, dime.

- Papá, ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:

- ¿Y tú qué crees, hija?

- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.

- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…

- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!

- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Blanca .

- Entonces no lo entiendo. papá.

- Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

- Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:

- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero. no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.

- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.

- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.

- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.

- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.

Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:

- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:

- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

Sobre la importancia de decir que no


Hitler pudo perder la guerra en el campo de batalla, pero terminó ganando algo –dice M. Halter–. Porque el hombre del siglo XX creó el campo de concentración y resucitó la tortura, mostrando a sus semejantes que es posible cerrar los ojos a las desgracias de los demás hombres.»

Tal vez tenga razón: hay niños abandonados, civiles masacrados, inocentes en las cárceles, ancianos solitarios, alcohólicos en el fango, locos en el poder.

Pero tal vez no tenga tanta razón: existen los guerreros de la luz, nunca toleran lo inaceptable. Las palabras más importantes en todas las lenguas son palabras pequeñas: ‘sí’, por ejemplo, ‘amor’, ‘Dios’. Son palabras que salen con facilidad y que llenan espacios vacíos de nuestro mundo.

No obstante, hay una palabra, también pequeña, que nos cuesta decir: ‘no’. Y nos sentimos generosos, comprensivos, educados. Porque el ‘no’ tiene fama de maldito, de egoísta, de poco espiritual.

Cuidado con esto. Hay momentos en los que, al decir ‘sí’ a los otros, uno se está diciendo ‘no’ a sí mismo.

Todos los grandes hombres y mujeres del mundo fueron personas que, en lugar de decir ‘sí’, dijeron un ‘NO’ rotundo a todo lo que no era acorde con un determinado ideal de bondad y crecimiento. Los guerreros de la luz se reconocen por la mirada. Están en el mundo, forman parte del mundo, y al mundo fueron enviados sin alforja y sin sandalias. Muchas veces son cobardes. No siempre actúan correctamente.

Los guerreros de la luz sufren por tonterías, se preocupan por cuestiones mezquinas, se consideran incapaces de crecer. Los guerreros de la luz, de vez en cuando, se creen indignos de cualquier bendición o milagro.

Los guerreros de la luz se preguntan con frecuencia qué están haciendo aquí. Muchas veces encuentran que su vida no tiene ningún sentido.

Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque preguntan. Porque continúan buscando un sentido. Pero, sobre todo, porque son capaces de decir que no frente a lo que resulta inaceptable.

A menudo nos pueden tildar de intolerantes, pero es importante abrirse y luchar contra todo y contra todas las circunstancias si estamos frente a una injusticia o una crueldad. Nadie puede permitir que, a fin de cuentas, Hitler haya establecido un modelo que pueda reproducirse porque la gente sea incapaz de protestar.

Y para reforzar esta lucha, es bueno no olvidar las palabras de John Bunyan, autor del clásico Pilgrim´s Progress: «Aunque haya pasado por todo lo que he pasado, no me arrepiento de los problemas en los que me metí, porque fueron éstos justamente los que me trajeron adonde quería llegar. Ahora, ya cerca de la muerte, todo lo que tengo es esta espada, y se la cedo a todo aquel que quiera proseguir su peregrinaje».

«Llevo conmigo –prosigue– las marcas y cicatrices de los combates, que son testigos de lo que viví, y recompensas de lo que conquisté. Son estas queridas marcas y cicatrices las que van a abrirme las puertas del Paraíso.»

«Hubo una época en la que viví escuchando historias de bravura. Hubo una época –concluye– en la que viví apenas porque tenía que vivir. Pero ahora vivo porque soy un guerrero y porque quiero estar un día en la compañía de Aquel por quien tanto luché.»

En definitiva, las cicatrices son necesarias cuando luchamos contra el Mal Absoluto o cuando debemos decir que no a todos aquellos que, a veces con la mejor de las intenciones, intentan estorbar el camino que conduce a nuestros sueños.

Paulo Coelho

Aceptar las paradojas

«Es curioso», se dice a sí mismo el guerrero de la luz. «He conocido tanta gente que, a la primera oportunidad, intenta demostrar lo peor de sí misma. Esconde la fuerza interior detrás de la agresividad; disfraza el miedo a la soledad con aire de independencia. No cree en su propia capacidad, pero vive pregonando a los cuatro vientos sus virtudes.» El guerrero lee estos mensajes en muchos hombres y mujeres que conoce. Nunca se deja engañar por las apariencias e insiste en permanecer en silencio cuando intentan impresionarlo. Pero aprovecha la ocasión para corregir sus faltas, ya que las personas son siempre un buen espejo. Un guerrero aprovecha en todo momento cualquier oportunidad para enseñarse a sí mismo y admitir sus contradicciones.

Paciencia y rapidez
Un guerrero de la luz precisa de paciencia y rapidez al mismo tiempo. Losdos mayores errores de una estrategia son: actuar antes de hora o dejar pasar la oportunidad. Para evitar esto, el guerrero trata cada situación como si fuese única,y no aplica fórmulas, recetas u opiniones ajenas. El califa Moauiyat preguntó a Omar Ben Al-Aas cuál era el secreto de su gran habilidad política: «Nunca me metí en ningún asunto sin haber estudiado previamente la retirada; por otra parte, nunca quise salir de un asunto al poco tiempo de haber entrado en él», fue la respuesta.

Perdonar y aceptar
Un guerrero de la luz siempre mantiene su corazón limpio de sentimientos de odio. Para conseguirlo, debe perdonar. Cuando camina hacia la lucha, no olvida las palabras de Cristo: «Amad a vuestros enemigos». Y el guerrero obedece, pero siempre recordando que Cristo no dijo: «Gustad de vuestros enemigos». El acto de perdonar no te obliga a aceptarlo todo. Un guerrero no puede bajar la cabeza. De lo contrario, perderá de vista el horizonte de sus sueños.

Descansar y actuar
Durante el intervalo del combate, el guerrero descansa. Muchas veces pasa días sin hacer nada, porque su corazón así se lo exige. Pero su intuición permanece alerta. No comete el pecado capital de la pereza, porque sabe adónde lo puede llevar: a la sensación floja de las tardes de domingo, cuando el tiempo pasa, y nada más. El guerrero denomina esto `paz de cementerio´. Recuerda un fragmento del libro del Apocalipsis: te maldigo porque no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero, como eres tibio, te vomitaré de mi boca. Un guerrero descansa y ríe. Pero siempre está atento y dispuesto para la acción.

Ángel y demonio
Un guerrero sabe que un ángel y un demonio se disputan la mano que ase la espada. Dice el demonio: «Vas a flaquear. No sabrás el momento exacto. Tienes miedo». Dice el ángel: «Vas a flaquear. No sabrás el momento exacto. Tienes miedo». El guerrero se sorprende. Ambos han dicho lo mismo. Entonces, el demonio continúa: «Deja que te ayude». Y dice el ángel: «Yo te ayudo». En ese momento, el guerrero percibe la diferencia. Las palabras son las mismas, pero los aliados son diferentes. Entonces, él dedica su victoria a Dios. Y, con la confianza de los valientes, escoge la mano de su ángel.

Paulo Coelho

Lo urgente y lo importante

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Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia.

Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
"¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?".

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
"¿Está lleno?".

Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió:
"¿Está lleno?".

Esta vez los oyentes dudaron:
"Tal vez no".

"¡Bien!".

Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava.
"¿Está lleno?" preguntó de nuevo.

"¡No!", exclamaron los asistentes.

"Bien", dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba.

"Bueno, ¿qué hemos demostrado?", preguntó.

Un alumno respondió:
"Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas".

"¡No!",concluyó el experto:
"lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuales son las grandes piedras en tu vida?. Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada.... Recuerda, ponlas primero. El resto encontrará su lugar".