Moral e ideales cristianos
EN una carta publicada en Abc, don Joaquín Silos Millán me acusaba un tanto truculentamente de «haber perdido el equilibrio mental y la elegancia» por afirmar, en un artículo sobre las repulsivas fotitos publicadas en un catálogo sufragado por la Junta de Extremadura, que «las jerarquías eclesiásticas actúan de mamporreros en trifulcas políticas que benefician a la derecha». Don Joaquín me aclara superfluamente el significado de la palabra «mamporrero», que yo en aquel artículo utilizaba en un sentido figurado. Y me ratifico en la afirmación: aquel catálogo, ofensivo para las creencias de los católicos y de una sordidez estética impronunciable, fue publicado originariamente en 2003; que cuatro años después de su publicación, y en vísperas de unas elecciones, provoque el escándalo de la facción opositora me hace sospechar que dicho escándalo no sea del todo sincero. Convendría recordar que, hace algún tiempo, se estrenó en el Círculo de Bellas Artes, con subvención de la Comunidad de Madrid, una piltrafa teatral escrita por un cuñadete o primo de Esperanza Aguirre en la que también se ofendía -cito a don Joaquín- a «Dios nuestro Padre, Creador del Universo entero, como sabemos y sentimos quienes nos consideramos cristianos»; y, sin embargo, no se exigieron entonces dimisiones, ni se le reclamaron a Aguirre tantas explicaciones como en estos días se han reclamado a Rodríguez Ibarra.
Dicho lo cual no hará falta que reitere la opinión que me merecen tan abyectas fotitos. Pero en su carta al director don Joaquín introducía asuntos de mayor calado. Sostenía que, cuando aludía a la utilización política que se estaba haciendo de las jerarquías eclesiásticas, imaginaba que me estaba refiriendo «a la emisora de radio conocida por la COPE, que aun dependiendo de la Conferencia Episcopal está dirigida por seglares, con total libertad dentro de la moral e ideales cristianos». Para ser más precisos, don Joaquín, me estaba refiriendo tan sólo a unos pocos programas de dicha emisora. Programas que no sólo acampan extramuros «de la moral e ideales cristianos», sino que abiertamente los refutan y pisotean. Quiero recordarle a don Joaquín Silos que, desde dichos programas, se han proferido brutalidades sobre los inmigrantes y apologías del liberalismo económico más desenfrenado contrarias a la doctrina social de la Iglesia, y aun al concepto de justicia natural que Dios nuestro Padre inscribió en el corazón del hombre. Quiero recordarle también que en tales programas se ha defendido la Guerra de Irak, que Su Santidad Juan Pablo II condenó sin ambages, como no podía ser de otro modo, tratándose de una guerra injusta. Quiero recordarle, en fin, que desde tales programas se incita al odio y se vierten expresiones de una brutalidad mucho más sangrante que la venial inelegancia que yo deslizaba en aquel artículo; incitaciones y expresiones que, más allá de consideraciones ideológicas, constituyen una negación del ideal de misericordia cristiana, que de forma tan sublime ilustra el pasaje del Evangelio de San Juan que mañana se proclamará en las iglesias católicas, las mismas iglesias que los responsables de dichos programas no pisan ni de casualidad.
Creo, como decía en aquel artículo que ha provocado la indignación de don Joaquín, que las jerarquías eclesiásticas están alimentando un monstruo que apartará a muchos católicos españoles de la Iglesia, a la vez que contribuirá a dar alas a una derecha sin Dios al menos igual de adversa a «la moral y los ideales cristianos» que esa izquierda anticlerical y laicista que soy el primero en combatir. Y creo, además, que las jerarquías eclesiásticas están dejando pasar una ocasión apasionante, en la que los valores cristianos, en su inabarcable Belleza y apetito de Verdad, podrían conquistar a mucha gente desnortada que necesita encontrar un sentido trascendente a sus días. A cambio, sólo encuentran enconamiento e hipótesis rocambolescas sobre el 11-M. Y es que, como nos advirtió Jesús, «el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca».
Juan Manuel de Prada
0 comentarios